Amor y atracción: de cuando confundimos el amor con la atracción

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Amor y atracción son dos términos que muchas personas tienden a confundir, y hasta cierto punto es normal que así sea. Tal y como pasa con casi todos los fenómenos emocionales, concretar y poner límites conceptuales sobre estas experiencias a través de palabras y categorías no suele ser tarea sencilla.

Sin embargo, para saber gestionar bien las relaciones, es de gran ayuda conocer las diferencias entre atracción y amor. A fin de cuentas, si gestionamos nuestros vínculos afectivos partiendo de creencias erróneas, es más probable que estos se tuerzan o que no los sepamos manejar bien. Por eso, si quieres conocer las claves para distinguir entre ambas cosas, sigue leyendo.

¿Qué es el amor?

El amor es un fenómeno emocional y cognitivo en el que las personas se muestran muy predispuestas a mantener un contacto cercano con alguien y a mantener una relación de reciprocidad y disponibilidad, la cual suele incluir lo sexual pero puede no incluirlo en ciertos casos. Como existe ese deseo de reciprocidad, a la práctica, el amor va de la mano de varias estrategias para intentar mantener un cierto grado de compromiso e implicación sentimental con la otra persona, haciendo que la relación quede estructurada a partir de rutinas que doten de estabilidad a ese “estar en estrecho contacto”.

Se trata de un fenómeno muy ligado a los patrones de liberación de hormonas y de determinados neurotransmisores (las moléculas que nuestras neuronas utilizan para comunicarse entre ellas), pero a pesar de este componente biológico y fisiológico, también está modulado por los aspectos culturales de la sociedad en la que se vive.

Por ejemplo, se sabe que lo que hoy en día consideramos “amor de pareja”, o amor romántico, es una experiencia relativamente reciente en el desarrollo histórico de la humanidad, y que prácticamente no existía o era excepcional hace cientos de años, porque existían otras formas de amor significativamente diferentes que habían ocupado su lugar. Del mismo modo, el vínculo afectivo entre familiares, y específicamente entre padres e hijos, tiene más bien poco que ver con el amor entre padres y madres.

Lo que está claro en todo caso es que el amor existe como consecuencia de determinados mecanismos psicobiológicos surgidos mediante selección natural asociados a las estrategias de reproducción, por un lado, y que la cultura y los comportamientos aprendidos tienen un afecto sobre este, por el otro. Tanto es así que incluso buena parte de las personas asexuales son capaces de experimentar amor hacia parejas o potenciales parejas, a pesar de no estar interesadas en estrechar vínculos a través de lo sexual (lo cual sería de esperar si el amor estuviese restringido a la reproducción).

Las diferencias entre el amor y la atracción

Ahora que ya tenemos una visión global sobre qué es lo que experimentan quienes sienten amor hacia su pareja o potencial pareja, toca conocer las claves para distinguir entre amor y atracción.

En primer lugar, cuando se habla de atracción asociándolo a la potencialidad de encontrar o mantener relaciones de pareja, suele hablarse de una etapa muy temprana de esta fase. Es importante remarcar esto, porque el amor es un proceso que se va transformando a través de una serie de etapas. Al principio lo más habitual es que surja a través del enamoramiento, muy intenso emocionalmente y vinculado la tendencia a idealizar a la otra persona y a fijar la atención solo en sus aparentes virtudes.

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Pero esa etapa inicial de enamoramiento apasionado no puede prolongarse durante mucho tiempo, porque la sobre-activación neuronal que produce generaría un desgaste físico importante y su inestabilidad dañaría las relaciones. Es por eso que tras esta fase de “pico” inicial en las emociones, el amor da lugar a otra más adaptada a la cotidianidad y la convivencia, en la que ya no se idealiza a la otra persona ni esta tiene la misma capacidad de generar en nosotros respuestas emocionalmente intensas.

Por otro lado, la atracción romántica solo puede existir cuando el amor aún no se ha consolidado, y en muchas ocasiones, está presente incluso cuando ni siquiera hay enamoramiento. Es el producto de nuestras predisposiciones a ser sensibles ante signos de que una persona puede ser una buena potencial pareja, pero aún no tenemos la información necesaria para saberlo (o, más bien, sentirlo). Por ello, tal y como su nombre indica, la atracción nos hace desear estar cerca de esa persona, aprender acerca de sus diferentes facetas y, en muchos casos, maximizar las posibilidades de que ocurran avances de carácter íntimo o sexual que no tienen por qué involucrar compromiso.

Así pues, mientras que el amor es de larga duración y se desarrolla pasando por varias fases, la atracción romántica está necesariamente reducida a un momento en el que se conoce poco a la otra persona. Además, en la atracción se pone mucho más énfasis en el deseo de estrechar lazos que en el de mantener una relación que involucre compromiso, entre otras cosas porque aún no se conoce lo suficiente a la otra persona como para exigir por ambas partes ese tipo de vinculaciones que implican hacer determinados sacrificios.

En todo caso, tanto la atracción como el enamoramiento son vivencias con grandes implicaciones emocionales y que, si surgen problemas, pueden generar en nosotros bastante malestar.

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Referencias bibliográficas:

Diamond, L. (2004). Emerging Perspectives on Distinctions Between Romantic Love and Sexual Desire. Current Directions in Psychological Science. 13: 3: pp. 116 – 119.

Hayes, N. (2000), Foundations of Psychology. Londres: Thomson Learning.

Prause, N.; Cynthia, A.G. (2004). Asexuality: Classification and Characterization. Archives of Sexual Behavior, 36(3): pp. 341 – 356.

Cómo darnos cuenta de que nos estamos infravalorando

Willmott, L. (2012). Love and Limerence: Harness the Limbicbrain. Lathbury House.

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